10 abril 2006

Sobre Vino

Sobrevino es el nombre con el cual -el siempre genial- Gilito ha bautizado nuestro nuevo blog experimental. Y el nombre no podía resultar más idóneo por dos razones: la primera (obvia) es porque será un blog sobre vino (sí, sí: vino... del de beber); y la segunda, porque esta idea tan bizarra me sobrevino (¿lo cogen?) el domingo pasado mientras conducía atravesando la península ibérica de oeste a este.

Me explico: desde siempre, como a casi todo hijo de vecino, me ha gustado el vino, aunque no entiendo ni papa del asunto y tengo los típicos conocimientos de nivel usuario. Y la cosa tiene delito ya que mi padre es un gran conocedor del asunto. Y cuando digo que es conocedor, no estoy hablando del típico "enterao", que curiosamente en lo todo lo tocante al vino los hay a patadas, sino que es un auténtico conneiseur sencillamente porque se ha dedicado profesionalmente al mundo del vino durante la casi totalidad de su vida laboral; como catador, asesor y conferenciante. (Su primer trabajo, hace ya eones, consistió en reabrir una Estación Vitivinícola y Enológica en Almendralejo (Badajoz), y se jubiló no hace demasiado como Vocal del Consejo Regulador de la Denominación de Origen "Alicante". Esto supone un porrón de años (ja,ja, porrón ¿lo cogen?) dedicados al néctar de lo dioses, que lo avalan sobradamente como experto en la materia.

Y aunque, viéndolo ahora con la distancia que da el tiempo, la verdad es que tener un enólogo en casa puede ser un chollo, aunque sólo sea por los saqueos que todos los hermanos hemos hecho de jóvenes a la colección paterna (Dios mío, la de calimochos que habremos bebido, profanando con miserables refrescos vinos de incalculable valor); pues resulta que, como decía arriba, nunca me he interesado demasiado por el asunto, a excepción de las cuatro ocasiones contadas en las que no te podías librar de aprender algo. Me refiero al ritual de la cata de los grandes vinos reservados para las ocasiones excepcionales (que si una reunión familiar navideña, que si alguna celebración especial, etc...), al que estábamos "obligados" todos los hijos a participar. Y la verdad es que era una experiencia indescriptible de la que guardo entrañables recuerdos, pero ni aún así me dio por profundizar un poco más en el asunto, y eso que -insisto- tenía al maestro en casa.

La cuestión es que hace apenas unos días, volviendo en coche de un largo viaje para que mi madre se reencontrara con su familia (a la que no ve todo lo que quisiera por la excesiva lejanía geográfica), le comenté a mi padre que cenando con mis primos en Elvas (Portugal) habíamos tomado un vino verde exquisito, y que de dónde salía el vino verde. Esta inocente pregunta abrió la caja de Pandora, y mi padre me obsequió con una impecable Master Class de casi diez horas que me dejó boquiabierto. He descubierto un mundo absolutamente apasionante, gracias a la amena forma de explicarlo que tiene mi padre: sin avasallar con tecnicismos ininteligibles, sin abrumar con datos y fechas; sino haciéndolo comprensible, ameno y realmente interesante. Joder, si hasta se me hizo corto el viaje. Y para mi asombro he descubierto que lo que siempre me había parecido una materia inexpugnable, es mucho más asequible de lo que todos tendemos a pensar a priori; eso sí, siempre que se emplee la frecuencia y el canal adecuados para conectar con un entorno que a terminado siendo un reducto elitista, y que encima se jacta de ello.

Así que me he comprado una grabadora de esas de casete pequeña (como las de los periodistas, o los contestadores automáticos), un cargamento de cintas vírgenes y una buena provisión de pilas alcalinas y me he tirado toda esta semanita yendo cada noche a casa de mis padres para quedarme charlando hasta las tantas con Don Ginés y recibiendo toneladas de información curiosísima y puede que hasta útil.
Precisamente el objetivo del nuevo blog es canalizar ese aluvión de sabiduría enológica que estoy recopilando (ya van unas 6 horas de grabaciones y más de media libreta de apuntes, y aún queda mucha tela que cortar) porque sinceramente pienso que puede resultar un experimento muy, muy interesante. Además, aunque Don Ginés se sorprendió un poco al verme aparecer con la grabadora, le expliqué la idea del blog y, aunque él no tiene ni pajolera idea de lo que es eso, le pareció un plan estupendo y se ha brindado gustosamente a colaborar en lo que haga falta y hasta el final. Y creo que hasta le hace ilusión el proyecto, y sólo por eso ya vale la pena el esfuerzo.

La idea no es hacer ningún curso intensivo, ni sesuda historia del vino, sino un foro abierto en el que yo ejerceré de mero hilo conductor de las enseñanzas del maestro y donde cada cual puede aportar lo que le plazca, tenga algo que ver con el asunto, o no. Y sobre todo, insisto porque es un matiz muy importante, todo se hará en un tono desenfadado y campechano (con nuestras palabras, para entendernos) para desmitificar un tema que desde siempre se ha pretendido rodear de una excesiva pompa y prosopopeya, y así descubriremos juntos cantidad de historias curiosas, anécdotas sorprendentes y esos datos curiosos que siempre queda bien soltar en una cena con los suegros.

Y a los que no les guste el vino, les queda el consuelo de que les puede servir para adquirir los conocimientos enológicos suficientes para darse el gustazo de desenmascarar en una cena a ese amigo o cuñado vacilón que todos tenemos. Sí, hombre, ese que dice entender mucho de vino y que en todas las comidas se responsabiliza unilateralmente de la elección del vino, y total para, tras aparentar un rato largo que estudia sesudamente la carta de caldos, acabar pidiendo siempre el mismo vino previsible (esos que nos suenan a todos) y se muestra sospechosamente exigente con una añada muy concreta; y todo porque ha oído campanas y no sabe dónde, porque ha debido leer o escuchar algo por ahí y lo ha entendido todo perfectamente mal. A esos, con apenas unas pocas nociones ya se les puede poner en un aprieto cuando apetezca.