30 mayo 2006

¿El primer borracho?

“Noé, que era agricultor, plantó la primera viña. Bebió su vino, se emborrachó, y se quedó desnudo dentro de la tienda”. (Génesis 9, 20-21).

Pues empezamos bien la historia del vino. Si el primero que lo probó, según el relato bíblico ya se cogió un buen colocón y se metió en pelotas en la tienda a dormir la mona como cualquier “fibber” en Benicàssim, la cosa promete.

Por cierto, no sé si lo habréis notado pero ya he cometido un error en las escasas líneas que llevo escritas. Y es un error bastante extendido aunque tenga un nombre muy raro, como de supervillano de cómic: Sinécdoque. Que es nombrar la parte por el todo, como cuando decimos un “danone” en lugar de “yogur”; papel “albal” por papel de aluminio, pan “bimbo” por pan de molde; o cuando llamamos “marcianos” a todos los extraterrestres de las películas, aunque éstos provengan de Alpha Centauri, Ganímedes o Raticulín. Mi sinécdoque (¿habéis probado a escribirlo?) ha sido definir el Génesis como relato bíblico, de Biblia, cuando en verdad es el primer libro del Pentateuco (literalmente: cinco libros), y éste forma parte del Antiguo Testamento de los cristianos, sí, pero también de la Torá, la Ley de los judíos. Así que, tras pedir disculpas a los posibles lectores circuncidados, pasemos a analizar lo que pretende decirnos el Génesis, porque tiene tela la cosa.

Veamos, estamos hablando de un tío de 600 años (sé que ya estáis pensando en Matusalén, que vivió 969 años, pero es que Noé tampoco era un crío cuando involuntariamente protagonizó su warholiano minuto de fama “bíblica” –es que ya paso de la “simescúptide” ésa-) que a pesar de su avanzada edad, debía tenerlos muy bien puestos ya que le tocó ejercer de segundo Adán para repoblar toda la tierra de nuevo. Y todo porque a nuestro querido Dios (quien por lo que narra la tradición judeocristiana era bastante voluble, fácilmente irritable y despiadadamente vengativo) un buen día se le cruzó el cable, se cansó de sus muñequitos imperfectos y decidió aniquilarlos; así, por las buenas. Y todo porque no le hizo ni pizca de gracia que la facción masculina de su creación, que de tontos no tenían nada (por algo los había hecho a su imagen y semejanza) elegían como esposas a las mujeres bellas, y las feas (que también las había entre las primeras generaciones fundacionales, supongo que por eso de la consanguinidad) no se comían un “torrao”. Así que como Dios es el padre de toda la creación, y eso incluye, cómo no, también a los callos malayos, pues se agarró un rebote de cojones y en vez de respirar hondo, calmarse y contar hasta 10, pues prefirió la vía rápida: aniquilar a todo bicho viviente; así, como suena.

Recuerdo que no hace mucho en una cena, Gilito se descojonaba cuando le contaba que para mí Yahvé es lo más parecido al Neng de Castefa que me he encontrado en toda la historia de la literatura mundial. Me explico: un personaje que después de crear el mundo (por cierto, lo crea en seis días y al séptimo se tiene que echar a descansar. ¿Pero no era omnipotente? A ver si es que era español…) se agobia por una tontería (como ya he dicho porque le han salido unas criaturitas feuchas que nadie quiere llevarse al catre) y decide cepillarse a la humanidad entera (“Voy a exterminarlos a todos de la tierra”, dicen que dijo en plan Independence day, sólo que esto está extraído literalmente del Génesis que nos ocupa). Pero no contento con eso, en pleno bajón apocalíptico (y aquí nunca mejor dicho) y asqueado de todos sus juguetes, se le va la olla y decide cepillarse también a los bichejos (“Borraré de la superficie de la tierra a los hombres que he creado: a los hombres, a los animales, reptiles y aves del cielo, pues me arrepiento de haberlos creado”). A ver, lo de los reptiles se entiende después de la que lió la puta serpiente con la movida de la fruta prohibida (que en ningún momento se especifica que fuera una manzana, por cierto); pero coño, Yahvé, ¿qué culpa tienen los koalas , los canguros y los loritos?; dime a mí qué mal te han hecho las mariposas, los pandas y los patitos. Pues nada: ¡al agua todos!

Y en esto que está tramando su plan diabólico (qué paradoja) que se encariña de uno de los futuros ahogados, y acaba haciéndose coleguita del Noé. El Noé se lleva de puta madre con el Neng (que no es de Castefa, porque como también es omnipresente pues es de donde le sale de los cojones) y es la prueba viviente (no por muchos días si no cambian mucho las cosas) de que también hay hombres justos; pero el Neng, en vez de reconsiderar su terrible proyecto, como es un poco cabezota no piensa echarse atrás y le aconseja (más bien ordena) a su colega que se construya una barco. El Noé al principio flipa pepinillos pero el Neng le da las instrucciones exactas de cómo tiene que hacerlo (cosas de la omnisciencia: que lo sabes todo, y eso incluye tu titulito de ingeniero naval) y acaba por construirse un pedazo trasatlántico que “tunea” para que le quepa toda la familia y además una parejita de cada una de las especies animales (incomprensiblemente, tan sólo unos versículos más adelante son 7 las parejas de cada especie las que ha de embarcar).

Y yo me planteo lo siguiente: si llevarte a un tranquilo crucero por los fiordos un perro y un gato, ya puede acabar como el rosario de la aurora; o si una simple rata en un yate ya puede amargarte la travesía, imaginémonos por un momento navegando encerrados 40 días en una barco que no tenía gimnasio, ni casino, ni piscina, y conviviendo con panteras negras, escorpiones, rinocerontes, abejas asesinas, boas constrictor, pitbulls, osos pardos, buitres, toros bravos… y por supuesto (aunque se les debió olvidar citarlos, pero estar, tuvieron que estar en el arca, ¿no? Porque si no los museos de historia natural mienten como bellacos), con una pareja de encantadores tiranosaurios rex, de mastodontes o de pterodáctilos y diplodocus. Apetecible ¿verdad?

Pues bien, al final se cumplen los planes del Neng, pero éste en vez de estar contento con que todo ha salido a pedir de boca, se viene abajo y después de ver la que ha liado le entra el bajonazo y le cuenta a su coleguita que se le ha ido la mano un poco (por favor, todo esto intentad imaginarlo con la voz del Neng y veréis como tengo razón), le dice que va intentar cambiar y como prueba le promete solemnemente que no habrá más diluvios, que puede estar tranquilo y puede lavar el coche que se acabaron los chaparrones asesinos. Y este pacto no lo sella con un vulgar choque de manos ruidoso como los bakalas, no, decide nada menos que poner un arco iris en el cielo como símbolo de la Alianza. Literalmente le dice: “El arco aparecerá en las nubes y yo, al verlo, me acordaré de la alianza eterna entre Dios y todos los seres vivos que hay en la tierra”. ¿Para acordarse? ¿Pero no hemos quedado que era omnisciente? Hombre, que Matusalén tuviera Alzheimer es comprensible, pero todo un Dios con olvidos y despistes...

¿Qué? ¿Entonces tengo yo razón o no? Esto no hay por dónde cogerlo. A no ser que aparte de vid, también plantara cáñamo nuestro abuelo lejano (lo que casaría perfectamente con su extraño comportamiento en la tienda). Y hablando de plantar: animalitos, todos los que hubiera sobre la tierra; pero de semillas no dice nada por ningún lado y sin embargo se las saca de la manga, las planta y le crecen sanas y fructíferas en un terreno que ha estado más de cuarenta días con sus cuarenta noches cubierto completamente de agua salada (porque la que cayó del cielo sería dulce pero al mezclarse con los océanos se haría salobre) con millares de cadáveres flotando en descomposición, que al parecer son un abono muy beneficioso para la tierra de cultivo de la vid.

Además tengamos en cuenta que desde que se plantan las semillas de vid (actualmente nadie planta ya semillas, se utilizan directamente estacas de cepa, de las que brotan los sarmientos antes) hasta que ésta empieza a dar sus primeros frutos pueden pasar 4 ó 5 años como poco, y el amigo Noé, con 601 palos a la espalda, no debía estar para muchas esperas.

Pues nada a pesar de todo lo dicho, y después de recrearse morbosamente en el pasaje de la aniquilación humana durante un buen rato, en apenas unos poquitos versículos se despachan el asunto que nos interesa (quién inventó el vino) y sin dar ninguna explicación de cómo ni por qué, el Noé se convierte en el primer agricultor/vendimiador/bodeguero/barman y borracho de la tradición judeocristiana.

En próximos capítulos hablaremos de los romanos, que ésos sí que se lo sabían montar bien con el néctar de los dioses.

22 mayo 2006

Nuestras amigas las plantas

(Por el padre Mundina)

Como ya nos enseñaron en la escuela, en este planeta que nos ha tocado habitar existen tres reinos: mineral, vegetal y animal. Gracias a una de las muchas capacidades del segundo reino, todavía estamos nosotros aquí dando la vara, porque ha evitado que hace ya cientos de miles de años se redujera todo a únicamente reino mineral; es decir, todo rocas y polvo, como en la luna o marte. Y todo porque nuestras amigas las plantas tienen la capacidad de asimilar y sintetizar los minerales del suelo, y gracias a eso se ponen frescas y lozanas y apetitosas para alimentar a los animales herbívoros y frugívoros (que sólo comen frutas), quienes a su vez sirven de alimento para los carnívoros. Y ya por último estamos nosotros, los omnívoros, que nos zampamos todo lo que pillamos (como ese viejo chiste, en que se encuentran dos amigos y uno le hace notar al otro lo gordo que se ha puesto; y éste le dice que no se lo explica porque está haciendo "la dieta del pescado". Y a la pregunta de su amigo de cómo aguanta comiendo siempre pescado, le contesta: "No hormbre, no. Que me zampo todo lo que pesco". Jajaja, es muy viejo y muy malo, como yo, y por eso me hace tanta gracia el cabrón). Bueno al tema, que me disperso: casos aparte serían los humanos vegetarianos (que es una decisión cultural que va contra su naturaleza animal) y las plantas carnívoras, que no contentas con el menú de resecos minerales que les correspondía como vegetales, se las han ingeniado en su camino evolutivo para desarrollar unas fauces y unas artimañas con las que pegarse un festín de jugosos insectos.

La cuestión es que si no hubiera plantas en el planeta (y al paso que vamos, de aquí a nada no van a quedar más que las de los museos botánicos) nos hubiera tocado comer piedras hasta acabar como los de "Viven".

Todo este rollo es para decir que las plantas asimilan por las raíces los minerales del suelo y después necesitan la luz del sol para sintetizarlos: es decir, la foto(luz)síntesis. Hay un viejo dicho castizo que reza: "Cuanto más azúcar, más dulce". Pues cuanta más fotosíntesis haga una vid, más azúcar contendrá la uva de sus racimos. Con lo que queda aclarado porqué influye de manera sustancial la cantidad de horas de sol que recibe una vid sobre el vino resultante de la fermentación de sus uvas.

Y esto de la cantidad de azúcar no sólo afecta al vino, ya que la uva no se emplea exclusivamente para fermentarla y así poder emborracharnos en las fiestas patronales, sino que tiene tres destinos principalmente: mesa, pasa y vino. Caso aparte sería el del mosto de uva sin alcohol, producto éste que yo creo que no ha calado en el gusto del consumidor español (que ya sabemos cómo se las gasta) y no tiene una gran cuota de mercado.

La uva de mesa, la de comer, como postre o con las campanadas de Nochevieja (fecha en la que se dispara su venta, y su precio), requiere unas características especiales. A saber: lo primero que sea dulce, cosa que ya hemos visto de qué depende, y jugosa. Y segundo, que tenga buen aspecto exterior, ya que tiene que entrarle al comprador por el ojo. Por lo que es preferible uva de grano gordo. Y esto no es sólo por lo de "Mula grande, ande o no ande", sino que tiene una explicación geométrica (sí, sí: geométrica): el grano de uva es una esfera más o menos perfecta. Al formularse los cálculos de volúmenes en cantidades elevadas al cubo, cuando aumentas la variable, la cantidad de volumen resultante aumenta proporcionalmente más que los resultados de las operaciones de superficies que se realizan elevando al cuadrado. Dado que la pulpa es el volumen y el hollejo (la piel del grano) es la superficie (si tuviéramos la habilidad de pelar una uva en una sola pieza y extendiéramos la piel sobre la mesa, comprobaríamos que efectivamente es una superficie con su altura y anchura, pero una profundidad despreciable por su finura), a más volumen del grano de uva, también aumenta la piel que lo recubre, pero este aumento es al cuadrado y no al cubo, por lo que a cada cm3. de pulpa le toca menos parte proporcional de piel. ¿Se ha entendido este galimatías? La cuestión es que, para no andar escupiendo enormes pellejos a cada bocado de uva, es preferible para la mesa la uva de grano grande (últimamente estoy encontrando en los supermercados unos racimos de uva Chilena que importa la multinacional Dole, cuyos granos son monstruosamente enormes. Del sabor no puedo opinar porque no las he probado, pero tienen una pinta excelente que confirma esto que acabo de contar arriba).

Pero la uva de mesa que se lleva el gato al agua por su impecable aspecto externo es la uva embolsada (como la del Vinalopó), aunque su precio sea un poco elevado precisamente por su peculiar procedimiento: se embolsa a mano uno por uno los racimos para protegerlos de los picotazos de los pájaros y de las inclemencias meteorológicas (es especialmente recomendable en zonas donde la lluvia se torna granizo con facilidad). Y ya habrá alguno pensando: "pero si le ponemos una gabardina a los racimos, no les da el sol y no saldrá una uva dulce"; pero es que el sol no le tiene que dar a la uva sino a las hojas de la parra que es donde se realiza la fotosíntesis, y que deben su bonito color verde a la clorofila, que viene a ser la sangre de las plantas que circula hasta el racimo transportando los nutrientes que necesita nuestra querida uva para hacerse toda una mujercita.

De la uva que se destina a pasa, poco que decir: que son uvas que se pone a secar al sol (joder con el sol, qué ganas de protagonismo) y que hay en Grecia una variedad de uva, la Corinto, que al no tener granillos hace una pasa perfecta, porque no hay que andar escupiendo pegotes ni pegando perdigonazos cuando te las comes, y son una auténtica delicatessen.

19 mayo 2006

Mañana toca cata

Mañana sábado, como marca la tradición que hemos instaurado, tenemos nueva cata con Don Ginés. Vendrá Elöy, quien también se ha enganchado con ganas a esto del vino. El programa de actos incluye:

- Un Burdeos que la becaria me trajo de Francia como detalle de recién llegada.

- Un vino de Alicante monovarietal (hecho al 100 % con uva monastrell). La cabra tira al monte, y como mi padre no para de alabar las excelencias de los vinos de esta tierra, pues probaremos a ver.

- Y por último (último porque nos puede dejar el paladar algo tocado), un Tokay. Vino húngaro cuya peculiaridad es que está elaborado con uva "podrida". La historia viene de una cosecha ruinosa por aquellos lares, en que casi toda la uva estaba pasada y en vez de tirarla, probaron a ver qué les salía y descubrieron que no estaba tan mal el resultado. Y le han ido cogiendo el tranquillo a la cosa de la uva pocha y ahora elaboran unos vinos que gozan de prestigio universal. (Las vallisoletanas bodegas Vega Sicilia compraron unas cuantas hectáreas de viña en Hungría, aprendieron rápido el oficio, y ahora elaboran el Tokay más apreciado por los expertos para cabreo de los bodegueros húngaros que llevan años a vueltas con el invento y no acababan de sacarle todo el jugo, nunca mejor dicho. Y no por esnobismo ya que mi padre tuvo el honor de probarlo en una convención y dice que está de muerte). La cantidad de uva putrefacta que lleva el vino se mide en "putoños" (ésta no necesita regla mnemotécnica) : si en la etiqueta dice 3 putoños, significa que de cada 6 capazos de uva con que se elabora el vino, 3 son de uva pocha y 3 de uva "sana". El máximo son 6 putoños (los 6 capazos de uva corrupta). El que yo compré de regalo de cumpleaños para Elöy (18,5 euros en la mítica Bodega Bernardino de Alicante) es "sólo" de 5 putoños (es decir, sólo uno de uva fresca). Así que ya os contaré como acaba mañana la tarde.

18 mayo 2006

La mala uva

Dado que como ya dije en la explicación de porqué nacía este blog (hace ya eones; nuevamente pido disculpas por los restrasos en actualizar), la idea es hacer todo lo contrario a los sesudos tochos que ya los hay a patadas sobre vino. Así que no pienso documentarme concienzudamente ni contrastar lo que vaya escribiendo porque lo que voy a expresar aquí es mi visión subjetiva de este mundo; por lo que -y dado que esto es un foro abierto- si alguien detecta errores o inexactitudes, o tiene algo que aportar o añadir a lo dicho, será bienvenido.

No obstante lo dicho, y aún a riesgo de resultar redundante, antes de entrar en materia conviene repasar algunos conceptos elementales:

Primero, ¿Qué se entiende por vino? Según Don Ginés, en el mundillo hay una vieja polémica sobre esta cuestión, con dos bandos enfrentados e irreconciliables. Ambos están de acuerdo en que "vino" es el licor alcohólico que resulta de la fermentación de uvas exprimidas; pero unos sólo aceptan como "vino" el que ha elaborado el hombre, y los otros sin embargo entienden por "vino" lo mismo pero haya intervenido el hombre activamente o no. Mi padre pertenece a esta segunda facción, pues él considera "vino", tanto el que elabora el hombre en sus bodegas, como el que se produce naturalmente. Por ejemplo, que cae un buen pedrisco en una viña y revienta los granos, y cae el plastón al suelo y ahí empiezan los charquitos de mosto a fermentar espontáneamente; y, pasados unos días, viene una rata y se bebe uno de esos charquitos, y se pilla un colocón de espanto. Pues según mi padre ese roedor está bebiendo lo mismo que el preboste que degusta su mejor "Vega Sicilia": vino.

Para entender cómo fermentan los azúcares de la uva hasta convertirse en alcohol convendría tener a mano un grano de uva, o mejor un racimo. Las uvas van cubiertas de un polvillo que se llama pruina (regla mnemotécnica: pensar en "puta ruina" y después abreviarlo: "p.ruina") que contiene unas levaduras que al contacto con los azúcares contenidos en la pulpa del grano de uva, reaccionan químicamente fermentándolos y transformándolos en alcohol. Pero para que la pruina entre en contacto con la pulpa hay que romper el grano de uva, de ahí viene que haya que pisarla, para rasgar el hollejo (la piel del grano de uva) y que las amargas levaduras entren a saco y le jodan la vida a los dulces y alegres azúcares que estaban tan tranquilos y calentitos en su pulpa. Cuando comemos uvas, las estamos "pisando" con los dientes, pero como no llegan a estar el tiempo suficiente dentro de la boca como para que se llegue a producir la fermentación, te puedes comer toda la uva que se te antoje que sería muy raro que pillaras un colocón.

Así que, si usted es muy escrupuloso y lava concienzudamente su racimo antes de pisarlo para hacer vino, pues lo único que va a conseguir es mosto, que es literalmente el zumo exprimido de la uva antes de fermentar y hacerse vino; sólo que en su caso el "antes" sobra porque al limpiar la pruina del hollejo su zumo nunca fermentará, con lo que nunca se convertirá en vino. Por eso los años de mucha lluvia los vinos salen con poca graduación, ya que un exceso de pluviosidad lava parte de la pruina, y aunque el grano tenga el mismo azúcar en su interior (que es muy probable que tampoco porque eso depende de las horas de sol que ha recibido la vid [luego explicaré por qué], y ya se sabe que a más días lluviosos menos horas de sol) no habrá las levaduras necesarias para hacer fermentar todo el azúcar y resultará un vino con menos alcohol. Eso explica que los vinos procedentes de regiones muy lluviosas y con poco sol fueran tradicionalmente bastante suaves; y digo "fueran" porque, ay amigos, con las técnicas de hoy día, los bodegueros pueden compensar artificialmente casi cualquier carencia de sus caldos, y no necesariamente haciendo trampas, ya que muchas operaciones de corrección durante la elaboración están contempladas y admitidas por los organismos de control (ya hablaremos de todo esto, que es muy interesante, en su momento).

Antes de continuar creo conveniente hacer un pequeño repaso a conceptos que todos manejamos usualmente pero puede que no de la forma correcta. Así que quién mejor que la R.A.E. para aclararnos los términos (los resaltados en negrita son míos para destacar lo que más interesa; como cuando subrayábamos los apuntes para los exámenes, que total al final te acababas leyendo la frase entera):

Uva. (Del lat. uva). 1. f. Baya o grano más o menos redondo y jugoso, fruto de la vid, que forma racimos.

Hollejo. (Del lat. follicŭlus, saco pequeño, cascabillo). 1. m. Piel delgada que cubre algunas frutas y legumbres, como la uva, la habichuela, etc.

Pruina. (Del lat. pruīna). 1. f. Tenue recubrimiento céreo que presentan las hojas, tallos o frutos de algunos vegetales.

Vendimia. (Del lat. vindemĭa). 1. f. Recolección y cosecha de la uva. 2. f. Tiempo en que se hace

Vid. (Del lat. vitis). 1. f. Planta vivaz y trepadora de la familia de las Vitáceas, con tronco retorcido, vástagos muy largos, flexibles y nudosos, hojas alternas, pecioladas, grandes y partidas en cinco lóbulos puntiagudos, flores verdosas en racimos, y cuyo fruto es la uva. Originaria de Asia, se cultiva en todas las regiones templadas.

Viñedo. (Del lat. vinētum, infl. por viña). 1. m. Terreno plantado de vides.

Viña. (Del lat. vinĕa). 1. f. Terreno plantado de muchas vides.

Cepa. (De cepo1). 1. f. Parte del tronco de cualquier árbol o planta, que está dentro de tierra y unida a las raíces. 2. f. Tronco de la vid, del cual brotan los sarmientos, y, por ext., toda la planta.

Viticultura. (Del lat. vitis, vid, y -cultura). 1. f. Cultivo de la vid. 2. f. Arte de cultivar las vides.

Mosto. (Del lat. mustum). 1. m. Zumo exprimido de la uva, antes de fermentar y hacerse vino.

Vino. (Del lat. vinum). 1. m. Licor alcohólico que se hace del zumo de las uvas exprimido, y cocido naturalmente por la fermentación.

Vinicultura. (Del lat. vinum, vino, y -cultura). 1. f. Elaboración de vinos.

Vitivinicultura. (Del lat. vitis, vid, vinum, vino, y -cultura). 1. f. Arte de cultivar las vides y elaborar el vino.

Enología. (Del gr. οἶνος, vino, y -logía). 1. f. Conjunto de conocimientos relativos a la elaboración de los vinos.

Hasta aquí de momento, espero no tardar tanto en volver a escribir, y menos ahora que empieza lo bueno.

04 mayo 2006

Mil disculpas

Os pido disculpas por el retraso, pero es que desde hace unas semanas mi vida se está convirtiendo en un sainete descabellado y no logro sacar tiempo suficiente para dedicarle a esto del vino. Por fin el sábado culminó el curso intensivo que me está dando mi padre con una cata en toda regla (y no son pocas las reglas y restricciones en una cata oficial; ya hablaremos de eso en su momento, pero me sorprendió que hasta las copas deben tener unas medidas estándar, como el balón del mundial). A la cata asistió mi buen amigo Elöy, gran aficionado al vino que disfrutó tanto o más que yo de la experiencia. (Un día tengo que hablar de Elöy, con diferencia el miembro más radical de la Mancomunidad del Caos).

Así que ya voy a ponerme manos a la masa, a procesar y filtrar las toneladas de información recibida y a postear sobre el apasionante mundo del vino (espero saber transmitiros el cariño con el que Don Ginés habla de ésta su pasión; ahora entiendo el fervor de los protagonistas de la película "Entre copas").

Antes de nada, Gilito me comentó que para distinguir un poco el tema del vino de los temas que tocamos en el blog madre, debería rebautizarme para este blog; así que he decidido, para darle un tono un poco más serio y académico, seguir la tradición de la Real Academia Española, donde a los miembros se les conoce como "Sillón B mayúscula", "Sillón n minúscula", etc... ; pues he decidido, decía, rebautizarme para este blog como: "Sillón pene minúsculo". Ahora sólo queda que mi amigo Gilito me explique cómo ejecutarlo.