¿El primer borracho?
“Noé, que era agricultor, plantó la primera viña. Bebió su vino, se emborrachó, y se quedó desnudo dentro de la tienda”. (Génesis 9, 20-21).
Pues empezamos bien la historia del vino. Si el primero que lo probó, según el relato bíblico ya se cogió un buen colocón y se metió en pelotas en la tienda a dormir la mona como cualquier “fibber” en Benicàssim, la cosa promete.
Por cierto, no sé si lo habréis notado pero ya he cometido un error en las escasas líneas que llevo escritas. Y es un error bastante extendido aunque tenga un nombre muy raro, como de supervillano de cómic: Sinécdoque. Que es nombrar la parte por el todo, como cuando decimos un “danone” en lugar de “yogur”; papel “albal” por papel de aluminio, pan “bimbo” por pan de molde; o cuando llamamos “marcianos” a todos los extraterrestres de las películas, aunque éstos provengan de Alpha Centauri, Ganímedes o Raticulín. Mi sinécdoque (¿habéis probado a escribirlo?) ha sido definir el Génesis como relato bíblico, de Biblia, cuando en verdad es el primer libro del Pentateuco (literalmente: cinco libros), y éste forma parte del Antiguo Testamento de los cristianos, sí, pero también de la Torá, la Ley de los judíos. Así que, tras pedir disculpas a los posibles lectores circuncidados, pasemos a analizar lo que pretende decirnos el Génesis, porque tiene tela la cosa.
Veamos, estamos hablando de un tío de 600 años (sé que ya estáis pensando en Matusalén, que vivió 969 años, pero es que Noé tampoco era un crío cuando involuntariamente protagonizó su warholiano minuto de fama “bíblica” –es que ya paso de la “simescúptide” ésa-) que a pesar de su avanzada edad, debía tenerlos muy bien puestos ya que le tocó ejercer de segundo Adán para repoblar toda la tierra de nuevo. Y todo porque a nuestro querido Dios (quien por lo que narra la tradición judeocristiana era bastante voluble, fácilmente irritable y despiadadamente vengativo) un buen día se le cruzó el cable, se cansó de sus muñequitos imperfectos y decidió aniquilarlos; así, por las buenas. Y todo porque no le hizo ni pizca de gracia que la facción masculina de su creación, que de tontos no tenían nada (por algo los había hecho a su imagen y semejanza) elegían como esposas a las mujeres bellas, y las feas (que también las había entre las primeras generaciones fundacionales, supongo que por eso de la consanguinidad) no se comían un “torrao”. Así que como Dios es el padre de toda la creación, y eso incluye, cómo no, también a los callos malayos, pues se agarró un rebote de cojones y en vez de respirar hondo, calmarse y contar hasta 10, pues prefirió la vía rápida: aniquilar a todo bicho viviente; así, como suena.
Recuerdo que no hace mucho en una cena, Gilito se descojonaba cuando le contaba que para mí Yahvé es lo más parecido al Neng de Castefa que me he encontrado en toda la historia de la literatura mundial. Me explico: un personaje que después de crear el mundo (por cierto, lo crea en seis días y al séptimo se tiene que echar a descansar. ¿Pero no era omnipotente? A ver si es que era español…) se agobia por una tontería (como ya he dicho porque le han salido unas criaturitas feuchas que nadie quiere llevarse al catre) y decide cepillarse a la humanidad entera (“Voy a exterminarlos a todos de la tierra”, dicen que dijo en plan Independence day, sólo que esto está extraído literalmente del Génesis que nos ocupa). Pero no contento con eso, en pleno bajón apocalíptico (y aquí nunca mejor dicho) y asqueado de todos sus juguetes, se le va la olla y decide cepillarse también a los bichejos (“Borraré de la superficie de la tierra a los hombres que he creado: a los hombres, a los animales, reptiles y aves del cielo, pues me arrepiento de haberlos creado”). A ver, lo de los reptiles se entiende después de la que lió la puta serpiente con la movida de la fruta prohibida (que en ningún momento se especifica que fuera una manzana, por cierto); pero coño, Yahvé, ¿qué culpa tienen los koalas , los canguros y los loritos?; dime a mí qué mal te han hecho las mariposas, los pandas y los patitos. Pues nada: ¡al agua todos!
Y en esto que está tramando su plan diabólico (qué paradoja) que se encariña de uno de los futuros ahogados, y acaba haciéndose coleguita del Noé. El Noé se lleva de puta madre con el Neng (que no es de Castefa, porque como también es omnipresente pues es de donde le sale de los cojones) y es la prueba viviente (no por muchos días si no cambian mucho las cosas) de que también hay hombres justos; pero el Neng, en vez de reconsiderar su terrible proyecto, como es un poco cabezota no piensa echarse atrás y le aconseja (más bien ordena) a su colega que se construya una barco. El Noé al principio flipa pepinillos pero el Neng le da las instrucciones exactas de cómo tiene que hacerlo (cosas de la omnisciencia: que lo sabes todo, y eso incluye tu titulito de ingeniero naval) y acaba por construirse un pedazo trasatlántico que “tunea” para que le quepa toda la familia y además una parejita de cada una de las especies animales (incomprensiblemente, tan sólo unos versículos más adelante son 7 las parejas de cada especie las que ha de embarcar).
Y yo me planteo lo siguiente: si llevarte a un tranquilo crucero por los fiordos un perro y un gato, ya puede acabar como el rosario de la aurora; o si una simple rata en un yate ya puede amargarte la travesía, imaginémonos por un momento navegando encerrados 40 días en una barco que no tenía gimnasio, ni casino, ni piscina, y conviviendo con panteras negras, escorpiones, rinocerontes, abejas asesinas, boas constrictor, pitbulls, osos pardos, buitres, toros bravos… y por supuesto (aunque se les debió olvidar citarlos, pero estar, tuvieron que estar en el arca, ¿no? Porque si no los museos de historia natural mienten como bellacos), con una pareja de encantadores tiranosaurios rex, de mastodontes o de pterodáctilos y diplodocus. Apetecible ¿verdad?
Pues bien, al final se cumplen los planes del Neng, pero éste en vez de estar contento con que todo ha salido a pedir de boca, se viene abajo y después de ver la que ha liado le entra el bajonazo y le cuenta a su coleguita que se le ha ido la mano un poco (por favor, todo esto intentad imaginarlo con la voz del Neng y veréis como tengo razón), le dice que va intentar cambiar y como prueba le promete solemnemente que no habrá más diluvios, que puede estar tranquilo y puede lavar el coche que se acabaron los chaparrones asesinos. Y este pacto no lo sella con un vulgar choque de manos ruidoso como los bakalas, no, decide nada menos que poner un arco iris en el cielo como símbolo de la Alianza. Literalmente le dice: “El arco aparecerá en las nubes y yo, al verlo, me acordaré de la alianza eterna entre Dios y todos los seres vivos que hay en la tierra”. ¿Para acordarse? ¿Pero no hemos quedado que era omnisciente? Hombre, que Matusalén tuviera Alzheimer es comprensible, pero todo un Dios con olvidos y despistes...
¿Qué? ¿Entonces tengo yo razón o no? Esto no hay por dónde cogerlo. A no ser que aparte de vid, también plantara cáñamo nuestro abuelo lejano (lo que casaría perfectamente con su extraño comportamiento en la tienda). Y hablando de plantar: animalitos, todos los que hubiera sobre la tierra; pero de semillas no dice nada por ningún lado y sin embargo se las saca de la manga, las planta y le crecen sanas y fructíferas en un terreno que ha estado más de cuarenta días con sus cuarenta noches cubierto completamente de agua salada (porque la que cayó del cielo sería dulce pero al mezclarse con los océanos se haría salobre) con millares de cadáveres flotando en descomposición, que al parecer son un abono muy beneficioso para la tierra de cultivo de la vid.
Además tengamos en cuenta que desde que se plantan las semillas de vid (actualmente nadie planta ya semillas, se utilizan directamente estacas de cepa, de las que brotan los sarmientos antes) hasta que ésta empieza a dar sus primeros frutos pueden pasar 4 ó 5 años como poco, y el amigo Noé, con 601 palos a la espalda, no debía estar para muchas esperas.
Pues nada a pesar de todo lo dicho, y después de recrearse morbosamente en el pasaje de la aniquilación humana durante un buen rato, en apenas unos poquitos versículos se despachan el asunto que nos interesa (quién inventó el vino) y sin dar ninguna explicación de cómo ni por qué, el Noé se convierte en el primer agricultor/vendimiador/bodeguero/barman y borracho de la tradición judeocristiana.
En próximos capítulos hablaremos de los romanos, que ésos sí que se lo sabían montar bien con el néctar de los dioses.